No puedo dormir, son las casi 3 de la mañana.
Mi mente deambula por espacios sombríos, por recuerdos
dolorosos que me han absorbido los últimos días, absorbiendo no solo mi tiempo,
sino mi fortaleza mental, mi seguridad y mi cordura.
Si tuviera que confesar, por obra de una deidad maligna o
fuerza sobrenatural, mis pensamientos en estos días, seguramente me condenarían.
Mis pensamientos han absorbido tanto dolor y congoja que realmente creo que perdí
toda brújula moral.
Me consuelo al pensar que estos pensamientos se quedan en
pensamientos, se quedan en maquinaciones efímeras de mi atribulada mente,
porque en los momentos de acción, donde el pensamiento se convierte en
realidad, mi moral ha ganado, por lo menos aun conservo eso, algo de honor,
algo de moral.
Es extraño como en los momentos de dolor solemos buscar
formas de hacernos daño, como si la destrucción ya causada no fuera suficiente,
comenzamos a buscar recuerdos, análisis, significados y suposiciones que tan
solo llevan a nihilismo, y si ahonda mucho, al tanatos.
Sobrellevar esta pena, esta en particular es extenuante, no
es un dolor sordo definitivo, sino que carcome y se entierra en diferentes
aspectos de todo lo que te rodea, llenando todo de pensamientos extraños, maléficos
y errados, también puebla tus recuerdos, y transforma días de sol en días lúgubres
llenos de angustia.
No sé cómo sobrellevar esto, no sé cómo controlar mi mente,
no tengo la menor idea de si no me estoy engañando a mí mismo.
No sé si tengo la cara pintada como un payaso al creer que
la gente puede cambiar, que si aquella que me clavo un cuchillo en la espalda podrá,
de algún modo, recuperar lo que perdió, y de un modo aún más inverosímil, sanar
aquello que destruyó.
Por primera vez en muchos años, habito en los pantanos de la
melancolía, camino por valles desolados de sueños rotos y de esperanzas
perdidas.
Aunque, pensándolo bien esto suele ser más bien recurrente,
la vida se comporta como una serie de golpes bajos interminables, y se nos
enseña a pararnos una y otra vez, a mantener la sonrisa, a poner la otra
mejilla, a alegrarnos de cosas pequeñas, a sonreírle al universo mientras nos
patea.
La verdad estoy harto.
Quizás los dioses si juegan a los dados, quizás si soy una
marioneta del destino, quizás soy todas las lamentaciones de las tragedias
griegas, quizás estoy pagando karma por mi vida, quizás es aprendizaje, quizás
es amor falso, quizás solo soy un imbécil que amó con toda su alma.
Quizás esa es la naturaleza humana.
Quizás ya no sea esa mi naturaleza.
Quizás ya dejé de ser humano.